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sábado, 22 de octubre de 2011

La voz dormida y una historia paralela

Ayer fui al cine, como casi cada viernes. Escogí "La voz dormida", por aquello de darle una oportunidad al cine español y la verdad es que a pesar del regusto amargo que deja por la historia en sí, la película me gustó. Tal vez, haya quien piense que eso otra peli más sobre el franquismo y la posguerra... y tal vez así sea, pero por la parte que me toca, puedo decir que me tocó la fibra. No voy a desvelar nada que no se pueda ver en el trailer o leyendo la sinopsis del filme, pero lo cierto, es que el argumento me ha hecho reflexionar y sobre todo recordar todas las historias que me contaba mi abuela sobre aquella época. Para rendirle un pequeño homenaje he decidido escribir sobre alguno de sus relatos, verídicos, por cierto, sea por la sincronía de las dos historias y sea también porque desde el cielo, mi querida abuela estará contenta de que escriba estas líneas.

Mi abuela se llamaba Concepción, vivía en el cortijo Los Carrizales, en la sierra de las Alpujarras, provincia de Granada, y era conocida como Conchilla la de los Carrizales, mujer morena, andaluza y guapa donde las haya. Comoció a su primer marido en el mercado acompañando a su padre para vender los productos del cortijo. El joven mozo, apareció a lomos de su jaca blanca y se quedó prendado de ella de inmediato. El muchacho, que se llamaba Antonio, estaba ya comprometido con una señorita de buena familia, así que ideó un plan para romper el compromiso sin poner en entredicho el honor de la citada señorita. Ni corto ni perezoso y valorando las pocas posibilidades de que su plan saliera mal, le propuso a la joven el plan de fugarse al monte para adelantar el casamiento, idea a la cual la joven se opuso obstinadamente dado su status social y la posible repudia de su familia. Con lo que Antonio se salió con la suya, rompiendo el compromiso con la rancia dama y cogiendo fuerzas para inciar su cortejo con mi abuela.
Solicitó, tal y como ordenaban las buenas maneras de la época, permiso a mi abuelo para cortejarla y así lo hizo. Iba a visitarla al cortijo. Esas visitas solían ser breves y siempre en compañia de mi bisabuela Lola, que los vigilaba sentada entre ellos sin quitarles el ojo ni al uno ni al otro. Finalmente después de unos meses y en la víspera de las nupcias, mi abuela pudo salir sola a despedir a su futuro esposo, robándole este un beso en los labios. Tal acto, ocasionó una pequeña crisis de llanto en Concha, que pensó que ya estaba deshonrada de por vida. Antonio no pudo evitar sonreír, diciéndole para calmarla: ¡¡Pero chiquilla, si mañana nos casamos!!
Por desgracia, no eran buenos tiempos para el amor, tres meses después de la boda, Antonio partió a la guerra en el bando republicano. Las andanzas que vivió las desconzoco, supongo que no le contó ninguno de los horrores que vivió a mi abuela para no preocuparla. Volvió a casa un par de veces más, en una de ellas conoció por primera vez a su pequeño hijo, de nombre igual al del padre. Después ya no regresó más.
Según lo que le contaron a mi abuela, parece ser que en una de las batallas en tierras aragonesas, hicieron noche él y sus hombres en un establo, parece ser que se prendió fuego en el establo y todos perecieron por asfixia. Es probable que el fuego fuera provocado, también es probable que los hubieran asesinado antes del incendio. Eso nunca lo sabremos.
Así quedó viuda mi abuela, con 16 años, uno escaso de matrimonio y con una criatura de meses que cuidar. Con la entereza que da una vida dura, las desgracias que ocasiona una guerra y la fuerza de nuestra casta para salir adelante en las situaciones más difíciles, Concha siguió adelante con su vida...

Continuará...

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